martes, 16 de marzo de 2010

16 Marzo 2010

Y así que Dios se compadeció de mí, y ese día sábado 9 de febrero de 2008 motivó para que me atreviera una vez más a sentir las mieles del amor.
Susurró a mí oído: - Adelante hijo, derrumba esas barreras no tomes en cuenta los prejuicios del mundo superfluo. Ella esta esperando tu llamado porque son afines, sólo deben atreverse a entregar el amor de manera sincera.

¿Que fué?

Claro que lo vivo y vuelvo a sentir el suave respiro de tu cuerpo entregado a mís labios.

- No sé cómo vayas a tomarlo pero, si no te gusta acepto una bofetada y olvidamos este asunto si, ¿puedo?

- Adelante, que debes decirme...

- Yo siempre pido las cosas por favor favor, eso me enseñaron en mi casa...

- Este... mmmm...

- ¿Me dejas darte un beso?

- ¿ Qué? ¿ Cómo crées? y ¿Porqué yo?

- Por favor, te dije. Puedo darte un beso...

Y ya estabamos conjugando la vida sin siquiera saber las condiciones simplemente creyendo que el sentimiento repimiso era lo suficientemente fuerte para luchas contra las tentaciones del mundo.

- Espérame deja respirar, que te pasa.

- Si que la traías atrazada, ¿porque yo?.

silencio total...

- Sabes una cosa, ¡Me gusto mucho!. Nunca me habían besado así.

- Me dejas darte otro, tu interrumpiste el primero. ¿Puedo?

Y sin más volvimos a intercambiar el sentimiento más claro, así solamente sin importar que el mundo viera nuestro amor como algo fuera de tiempo, destructivo, convenenciero, pasional...

Solo importabamos uno: el amor, resultado de la suma de dos cuerpos hetereos diferenciados por cronos y sus 20 años de distancia el uno del otro...